aquella canción

Cada día que pasa, cada hora que transcurre, cada vez que las agujas del reloj completan su vuelta una y otra vez, más se pudre la parte más importante de mi interior. Cada vez se exprime más y más, quedándose así seca, dejando que todo lo que lo llena, todo lo que lo forma huya de él sin previo aviso, que salgan por todos los orificios posibles; boca, poros... de una manera complicada, casi no se describirla. Miento. No se describirla. Pero es así, salen y punto, como si se tratara de una mancha puesta de mala manera en la pared, y que nadie entiende. Prefieren no permanecer ni un solo minuto más en el interior de un ser con tantos declives emocionales, un ser que no sabe ni lo que quiere, pero a la vez sí, y solo hace que negarlo una y otra vez moviendo la cabeza hacia los lados. Sabes? A veces me acuerdo de ti cuando oigo aquella canción. Aquella que hablaba de ti y de mi, de aquel universo paralelo que se había creado y forjado entre los dos, aquella que afirmaba que solo dos tontos enamorados podían quererse tanto, aquella misma sí, aquella que tanto deseaba escuchar para recordarte y añorarte cuando estabas lejos, y que ahora no quiero hacerlo por miedo a ponerme a llorar, por ponerme a teclear cosas sin sentido, por miedo a volverte a amar como lo hice el primer día, y pensar que jamás podrás volver a estar entre mis brazos, que nunca podre recorrer tu espalda buscando las partes que tanto me encantaban y que hacían sentirte un hormigueo extremadamente delicioso, que nunca podremos echar una partida a aquel juego de manos, donde siempre me ganabas, donde conseguías coger como prisionera y rehén a la mía. Canciones prohibidas, no amar por ni herir; frases sin sentido que juntas consiguen edificar en el centro de mi cuerpo una estructura casi impenetrable. Copiar, pegar, selección de imagen, aceptar, actualizar: siempre lo mismo, simplemente para sentirme un poco más aliviado que ayer, pero no tanto como mañana.